miércoles, 29 de febrero de 2012

¿Pitsa o Picsa?

Pertenecer a una religión es, en parte, tener el coraje para confiar en una sola verdad. Yo prefiero esa especie de angustia que surge día a día de no saber nada con certeza. Porque esa angustia me lleva a explorar y desarrollar las teorías e hipótesis más absurdas que mantienen a mi mente entretenida. 


De todas maneras, no pretendo meterme con un tema tan controversial como la religión en un primer post... Necesitaría primero entrar en calor y conocer mejor los códigos de este -para mí- nuevo medio, antes de dejarme llevar por las teclas hacia ese tipo de áreas. 


Aunque, por otro lado, considero que hoy en día no es tan tabú dicho tópico. Mientras se diversifican y ramifican más las opiniones, y en la medida en que se lo trate con respeto, tolerancia y empatía, creo que no deberían generarse conflictos ideológicos de ese tipo (ni de ningún otro). 


Pero no es ese el punto de este post, y no son estas las ramas por las que me quiero ir hoy. 


Hoy, a modo de inauguración y presentación personal, plantearé una de las tantas teorías que se me ocurren luego de mis típicas idas y vueltas emocionales. Y la temática tiene que ver, oh casualidad, con el motor de mis reflexiones: la vida misma. Motor en todo sentido, una especie de "meta-motor", ya que es gracias a la vida que puedo pensar, y la inspiración de mis pensamientos es la vida. 


Es una temática que habrán planteado ya infinidad de personas, desde grandes filósofos experimentados con incomparable habilidad para expresarse, hasta adolescentes reflexivos que probaron un porro por primera vez. Pero estoy segura de que nadie podrá negarme que cada vez que uno piensa acerca de la vida y sus misterios, se le erizan un poco los pelos. 


Bueno, la vida es para mí una competencia entre el destino y el azar. Se entrelazan la casualidad y la causalidad, formando una larga y enredada trenza que nos confunde y nos sorprende constantemente. Pero debería definir qué es para mi destino antes de que se me acuse de contradictoria: el destino es un camino que forjamos nosotros mismos, es causa y efecto, el fin al que nos dirigimos inevitablemente si tomamos determinado camino. Destino... no se me ocurre que otra persona o ser o entidad pudiera pensarlo por nosotros; somos demasiado inquietos, y si alguien o algo hubiese escrito nuestro destino, seguramente haríamos alguna travesura que arruine los planes predeterminados. 


El destino es una meta. Es el final de cada viaje que emprendemos, lo dice el diccionario (meta, punto de llegada). Y nosotros elegimos el viaje, quizás sin darnos cuenta, tomando caminos sin ser conscientes de a dónde nos llevarán. La causalidad es un desencadenamiento de actos diarios, simples y tal vez minúsculos, que eventualmente provocan un efecto, quizás a tan largo plazo que ya nos olvidamos de nuestra responsabilidad en el asunto. 


El destino, el karma, es todo lo mismo para mí. Está en nuestras manos. Pero existe también la casualidad, y aunque tengamos todo controlado, puede de repente desmoronarse nuestro suelo. La puta casualidad, puede arruinar todos nuestros planes y dejarnos desolados. Pero habrá entonces que juntar fuerzas, superar la impotencia y emprender un nuevo viaje, proyectar un nuevo destino. 


Y esperar esos momentos en los que la casualidad interviene a nuestro favor. Más que esperar, buscar esos momentos. Porque cuando conocemos bien nuestra meta, la causalidad y la casualidad parecen acoplarse y tomar el mismo rumbo, regalándonos lo que solemos llamar "un golpe de suerte".

4 comentarios:

  1. "Pero existe también la casualidad, y aunque tengamos todo controlado, puede de repente desmoronarse nuestro suelo."

    Qué gran verdad, me pasa todos los días jajaj =(

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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    1. Te recomiendo (por ser autor inmodesto) que leas: http://donyanlu.multiply.com/journal/item/519
      Besitos!

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    2. Gracias por tu recomendación! Lo voy a leer :)

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