Continuamos con las re-publicaciones de mis cuentos, que se leen primero en www.psicofxp.com
Este salió publicado el 04/06/2012 y el link es:
http://www.psicofxp.com/c/articulos/1481-la-premonicon-de-margarita.html
Margarita, de
repente, tuvo un presentimiento. Fue instantáneo; de un momento a otro, en su
cabeza había un eco premonitorio. Se ha dicho en infinitas oportunidades que
las mujeres son brujas, pero luego de mucho tiempo y muchas luchas, tal palabra
fue reemplazada por el cariñoso eufemismo “intuición femenina”. Es evidente, no
obstante, que existe cierta predisposición del género femenino a ser receptor
de mensajes metafísicos que anticipan sucesos con bastante precisión. Supongo
que alguien con estudios especializados podría profundizar en dicho asunto, mas
no es el momento ni el lugar para focalizarnos en ello.
El caso es que
Margarita sintió nacer en su pecho la certeza de que ese día alguien golpearía
a su puerta. El presentimiento no vino acompañado de ninguna sensación aproximada
al miedo, aunque sí le generó una expectativa, que a partir de ese momento,
afectaría todas sus actividades. Cualquier sonido que atravesara el espacio
sería asociado al esperado ruido del golpe de la puerta, y Margarita se asomaría
cada tanto por la ventana para revisar si había alguien buscándola. La
paciencia no era una virtud que la caracterizara, pero supo en ese instante que
debería controlar su ansiedad, porque algo le indicaba que aquello que esperaba
se tomaría su tiempo en llegar.
Se sentó en una
silla, con los brazos apoyados sobre la mesa y la mirada perdida hacia la nada,
decidida a especular sobre aquel inminente golpe en la puerta. El arte de
especular: la creatividad del ser humano llevada a los extremos de la paranoia,
con el fin de elucubrar teorías y perderse en hipótesis que no tienen, necesariamente,
una base real. La especulación la llevó por diversos caminos, desde las
posibilidades más sencillas e irrelevantes, hasta las extravagancias más
rebuscadas y exageradas, y la premonición de un simple golpe en la puerta, era ahora
una fantasía llena de variantes y sugerencias.
La mente nos puede
jugar en contra en circunstancias como la que le acontecía a Margarita. El
asunto se complica, sobre todo, cuando existe una incógnita. Solemos llenar los
vacíos de información con ideas que pueden llegar a bordear la ridiculez. Estamos
acostumbrados a los límites, a medir todo en bloques determinados por
fronteras, y cuando entra en juego la imaginación, tan libre y desestructurada,
podemos perder el control. Son tantas las opciones que se van entrelazando y
encadenando, que se genera una red de alternativas que pareciera no tener
final. En tal enredo, se va consumiendo como un cigarrillo nuestra paciencia.
Sin embargo,
Margarita seguía aún en sus cabales. Sin poder pensar en otra cosa, claro, pero
con la cordura aún presente. Tomó un diccionario -hacía rato que no hojeaba
uno- y buscó su nombre en él. Margarita es una flor, y así se llama también a un
cóctel. Margarita era linda como una flor pero, si seguía esperando, se
volvería amarga como el tequila. Sobre todo porque desde la adolescencia se
había caracterizado por ser una persona romántica. Su romanticismo no era de
telenovela, sino de siglo dieciocho; sin quererlo –o al menos, sin proponérselo
de forma consciente-, se dejaba llevar por un misticismo sentimental, viéndose influenciada
por la pasión y los instintos más primitivos. Esto podía resultarle
contraproducente en algunas circunstancias, ya que la arrastraba como corriente
marina hacia las profundidades del dramatismo y la melancolía. Por ejemplo, se
abstraía en oscuras y lejanas fantasías cada vez que oía una melodía particular
que movilizaba la sangre de su cuerpo como la luna a las mareas. Deseaba
fervientemente ser musa inspiradora de novelas, como aquellas que prestigiosos
autores latinoamericanos colman de hermosas descripciones minuciosas y
poéticas. Margarita quería ser letra de canción, poema, sonata, y esto
determinaba el curso de la mayoría de sus especulaciones. Siempre esperaría que
el porvenir la volviera protagonista de una expresión artística turbia y
emocionante.
Toda su vida sufriría tal anhelo, y jamás
se enteraría que alguien escribió este cuento sobre ella. Ni siquiera lo
sospecharía cuando golpearan a su puerta y descubriera desilusionada, a través
de la mirilla, que no era nada maravilloso ni fuera de lo común lo que la
esperaba del otro lado, sino que era él, como siempre, su amigo y autor de su
absurda biografía.
The End!
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