martes, 19 de junio de 2012

La premonición de Margarita.

Continuamos con las re-publicaciones de mis cuentos, que se leen primero en www.psicofxp.com

Este salió publicado el 04/06/2012 y el link es:
http://www.psicofxp.com/c/articulos/1481-la-premonicon-de-margarita.html

Enjoy yourselves!


Margarita, de repente, tuvo un presentimiento. Fue instantáneo; de un momento a otro, en su cabeza había un eco premonitorio. Se ha dicho en infinitas oportunidades que las mujeres son brujas, pero luego de mucho tiempo y muchas luchas, tal palabra fue reemplazada por el cariñoso eufemismo “intuición femenina”. Es evidente, no obstante, que existe cierta predisposición del género femenino a ser receptor de mensajes metafísicos que anticipan sucesos con bastante precisión. Supongo que alguien con estudios especializados podría profundizar en dicho asunto, mas no es el momento ni el lugar para focalizarnos en ello.

El caso es que Margarita sintió nacer en su pecho la certeza de que ese día alguien golpearía a su puerta. El presentimiento no vino acompañado de ninguna sensación aproximada al miedo, aunque sí le generó una expectativa, que a partir de ese momento, afectaría todas sus actividades. Cualquier sonido que atravesara el espacio sería asociado al esperado ruido del golpe de la puerta, y Margarita se asomaría cada tanto por la ventana para revisar si había alguien buscándola. La paciencia no era una virtud que la caracterizara, pero supo en ese instante que debería controlar su ansiedad, porque algo le indicaba que aquello que esperaba se tomaría su tiempo en llegar.

Se sentó en una silla, con los brazos apoyados sobre la mesa y la mirada perdida hacia la nada, decidida a especular sobre aquel inminente golpe en la puerta. El arte de especular: la creatividad del ser humano llevada a los extremos de la paranoia, con el fin de elucubrar teorías y perderse en hipótesis que no tienen, necesariamente, una base real. La especulación la llevó por diversos caminos, desde las posibilidades más sencillas e irrelevantes, hasta las extravagancias más rebuscadas y exageradas, y la premonición de un simple golpe en la puerta, era ahora una fantasía llena de variantes y sugerencias.

La mente nos puede jugar en contra en circunstancias como la que le acontecía a Margarita. El asunto se complica, sobre todo, cuando existe una incógnita. Solemos llenar los vacíos de información con ideas que pueden llegar a bordear la ridiculez. Estamos acostumbrados a los límites, a medir todo en bloques determinados por fronteras, y cuando entra en juego la imaginación, tan libre y desestructurada, podemos perder el control. Son tantas las opciones que se van entrelazando y encadenando, que se genera una red de alternativas que pareciera no tener final. En tal enredo, se va consumiendo como un cigarrillo nuestra paciencia.

Sin embargo, Margarita seguía aún en sus cabales. Sin poder pensar en otra cosa, claro, pero con la cordura aún presente. Tomó un diccionario -hacía rato que no hojeaba uno- y buscó su nombre en él. Margarita es una flor, y así se llama también a un cóctel. Margarita era linda como una flor pero, si seguía esperando, se volvería amarga como el tequila. Sobre todo porque desde la adolescencia se había caracterizado por ser una persona romántica. Su romanticismo no era de telenovela, sino de siglo dieciocho; sin quererlo –o al menos, sin proponérselo de forma consciente-, se dejaba llevar por un misticismo sentimental, viéndose influenciada por la pasión y los instintos más primitivos. Esto podía resultarle contraproducente en algunas circunstancias, ya que la arrastraba como corriente marina hacia las profundidades del dramatismo y la melancolía. Por ejemplo, se abstraía en oscuras y lejanas fantasías cada vez que oía una melodía particular que movilizaba la sangre de su cuerpo como la luna a las mareas. Deseaba fervientemente ser musa inspiradora de novelas, como aquellas que prestigiosos autores latinoamericanos colman de hermosas descripciones minuciosas y poéticas. Margarita quería ser letra de canción, poema, sonata, y esto determinaba el curso de la mayoría de sus especulaciones. Siempre esperaría que el porvenir la volviera protagonista de una expresión artística turbia y emocionante.

Toda su vida sufriría tal anhelo, y jamás se enteraría que alguien escribió este cuento sobre ella. Ni siquiera lo sospecharía cuando golpearan a su puerta y descubriera desilusionada, a través de la mirilla, que no era nada maravilloso ni fuera de lo común lo que la esperaba del otro lado, sino que era él, como siempre, su amigo y autor de su absurda biografía. 

The End!

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