lunes, 11 de junio de 2012

Presente significa regalo.

Hoy estaba hablando con mi amigo Nicolás C.
Es un sujeto algo extraño: aparece de repente, con un monólogo en el que me expone, como telegrama extenso pero concreto -y no por eso menos complejo y minucioso- sus pensamientos y emociones sobre la vida, la música, el arte y demás... Su aparición es efímera, ya que ataca con todo su arsenal reflexivo y en seguida se va, desaparece. Apenas puedo responderle.

Hoy me planteó algo así como que el día lunes es el más odiado, y que ese odio al mismo tiempo lo convierte en el día más importante. Como si el lunes fuera el eje de la semana; el domingo es una cuenta regresiva hacia el lunes, y por eso, no pasa de largo sin ser notado. Pero el resto de la semana pasa desapercibida y veloz, como quien dice, "pasa volando". Hasta que nuevamente es lunes, y al notarlo, estamos nuevamente pisando tierra.

Eso que me dijo me dejó pensando... lo analicé, y llegué a la siguiente conclusión, que no tiene mucho que ver con lo que Nicolás me dijo, pero ameritaba mención ya que fue su disparador.

En el estilo de vida que llevo yo y la gente que me rodea, y su dinámica cotidiana, existen dos días que tienen un particular peso: el domingo y el viernes.

El domingo suele ser un día nefasto, y aunque hubiera un sol radiante y una temperatura ideal, tiene siempre una neblina pesimista. Es agobiante por el simple hecho de preceder a la rutina, la semana y sus vicisitudes. La mayor cantidad de suicidios ocurren los domingos, leí alguna vez.

El viernes, en contraposición, es un día alegre. Trae consigo la promesa del fin de semana, del descanso y la renovación, la felicidad y la celebración. Se asocia el viernes a conceptos positivos, al hedonismo y la concreción de los deseos acumulados. La mayoría de las personas en el mundo fueron concebidas un viernes (este dato es falso, porque lo acabo de inventar, pero no me sorprendería si fuera cierto).

Pero resulta que ambos días tienen algo en común: su valor -negativo o positivo- surge en relación al día sucesor. No tienen valor por sí mismos, y no tendrían relevancia si no existieran el lunes ni el sábado. Son una evidente exposición de la coyuntura social, en la que el hombre vive para el futuro y no se asienta en el presente. Se piensa más en el mañana, se valora el mañana frente al hoy, y el hoy no es más que un antecedente del mañana. Solo que olvidamos que no siempre hay mañana.

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