miércoles, 15 de agosto de 2012

Cuento: EL LOCO DEL 152

Les comparto una vez más, otro cuento de los que me han publicado en www.psicofxp.com
Este particularmente me gusta mucho, porque creo que, aunque yo lo escribí, el mérito es del loco. Y anticipándome a la pregunta que ya me hicieron los que lo leyeron, les respondo: Sí, ese loco existe (en realidad hay dos locos mezclados pero un mago no debería revelar sus trucos). 

Este cuento salió publicado el 03/07/2012 en http://www.psicofxp.com/c/articulos/1519-el-loco.html


El loco del 152

Anda el loco sentado en el asiento trasero de la emblemática línea porteña de colectivos que une Olivos – La Boca. Casualmente, los asientos a su alrededor se encuentran siempre vacíos; nadie es lo suficientemente valiente para sentarse al lado de un loco. ¿Por qué será? Será por temor a lo desconocido, por la imposibilidad de seguirle el ritmo a sus imprevistos desvaríos, por el angustiante golpe de empatía que genera verlo tan perdido. Porque lo que nos hace humanos es la razón, y nos asusta la posibilidad de perder el juicio; duele enfrentarse a la verdad de que cualquiera podría volverse el loco del 152. Pero lo que intencionalmente se ignora, aparentemente deja de existir.

Es inofensivo el loco. Nadie toma consciencia de lo entretenido que podría resultar tener una conversación con él. Tiene miles de historias para contar; unas pocas reales, otras levementente intervenidas por su locura, y varias totalmente descabelladas, sin duda inventadas por una mente disparatada. Mas no es fácil distinguirlas, son todas igualmente interesantes y hermosas, con una mezcla de ingenuidad infantil y reminiscencias de un alma curtida por el pasado.

El loco lleva una gorra vieja, sucia y rota del Club Atlético River Plate. Todo en él está viejo, sucio y roto. Donde antes cualquier estudio médico podía encontrar un sistema nervioso fallado, hoy no quedan más que ruinas. Ya no hay enfermedad ni sufrimiento, solo ruinas de lo que algún día fue un proyecto de hombre, cuando salió del vientre de su madre y fue lanzado por el precipicio de la vida, sin poder detenerse, con la obligación de vivir y construir el camino a medida que avanzaba. Sin embargo, los acontecimientos lo llevaron a ser arrastrado por una demencia déspota, que lo hizo perder el control de su existencia y enajenarse. La demencia hasta hoy lo acompaña como su único confidente, aunque en realidad el loco tiene muchos amigos, con quienes tiene charlas y discusiones que a la vista de los demás, son charlas y discusiones con un asiento vacío, con la nada, con un recuerdo.

Abre la ventanilla y el viento helado le golpea la cara, lejos de despabilarlo. Como narrador omnisciente, relata lo que ocurre por la vereda, describiendo las emociones de los transeúntes como si pudiera leer sus mentes. El colectivo frena en un semáforo mientras un señor mayor espera en la parada de otra línea. El loco le habla, le dice: “estás viejo, los años te pesan”, se ríe y repite “¡qué viejo estás!”, pero no queda claro si le habla a ese señor, o si se habla a sí mismo, como si su propia consciencia se hiciera voz y pudiéramos enterarnos que el paso de los años lo agobia. El señor, por su parte, anciano y también visiblemente raído por el tiempo, sonríe con cómplice compasión.

El loco de repente se transporta a otro continente, y se lo escucha exclamando cantos de hinchadas de fútbol españolas, con un improvisado acento extranjero, hacia un imaginario fanático del Real Madrid que supuestamente pasea por la acera. Algunos pasajeros lo observan con desprecio o injusta indignación, pero a otros se les escapan algunas sonrisas porque logran ver que al final de cuentas, se trata de un chiflado inocente.

A veces se enoja, el loco, y a veces se ríe a carcajadas. Habla con la ruidosa puerta del 152 y le cuenta secretos, le explica cosas, le compra golosinas y le paga con billetes imaginarios.

Una vez, el loco fue cantor. Se sentó medio agazapado y comenzó a entonar, ensimismado mirándose las manos tensionadas frente a sus ojos formando garras suplicantes, un sinfín de preciosos tangos. Uno tras otro, compartió con su público indiferente un amplio repertorio de poesía cantada rioplatense. Algunas personas sintieron pena al ver desperdiciada la devoción con la que el loco ofrecía su música, y le regalaron un par de tímidos aplausos al concluir una de sus canciones. La alegría del loco fue inexplicable. Con los ojos abiertos de par en par y una sonrisa nerviosa, no hizo más que continuar el concierto, subiendo apenas el volumen para lucirse un poco más. Los aplausos continuaron, su emoción creció proporcionalmente a la cantidad de gente que lo aplaudía, pero finalmente la gente se dispersó y el loco perdió a su audiencia. Fue un poco triste ver desaparecer al trovador, y que quede en su lugar un simple loco sin gloria. Pero lo bueno de los locos es que no tienen noción del presente, el pasado ni el futuro. Un momento como aquel es suficiente para estimularlos, para llenar el frasquito de alegría que todos tenemos dentro, porque su locura ya no deja lugar a la pena ni la nostalgia.

Eso pasó hace rato; hoy el loco sigue siendo loco. Y la gente sigue siendo igual que siempre. Lleva su gorra vieja, sucia y rota como sus neuronas. Educado y excesivamente cortés, el loco agradece al colectivero del 152 que le abre las puertas en la parada que solicitó. Tanto se demora con sus reverencias al chofer, que éste le cierra las puertas en la cara, y el loco desesperado vuelve a tocar el timbre. El chofer, a pesar de que claramente tiene poca sensibilidad y paciencia, le vuelve a abrir las puertas. El loco nuevamente se desarma en ceremoniosos saludos, sinceramente agradecido como si el colectivero no lo hubiera ofendido de ninguna manera, y todos nosotros -incluso los que simulaban indiferencia- rogamos que se baje de una vez para que el colectivero no vuelva a burlarse de él. Varios de nosotros lo observamos cruzar la calle y doblar la esquina; luego enderezamos la mirada, sonreímos –esas sonrisas que se escapan cuando un niño se manda una travesura- y continuamos nuestras vidas.

Fin.

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